Notas de Interés

Farmacia Central Merlo

Obesidad: La epidemia del siglo XXI

La obesidad es el trastorno me-tabólico más frecuente en el ser humano y una de las enfermedades con mayor prevalencia en los países occidentales.
Tan es así que la obesidad es, y sin duda será, la epidemia del siglo XXI.

Esta condición representa, además, un problema de salud pública en los países subdesarrollados, pues ocasiona una disminución de la esperanza de vida y constituye la segunda causa de mortalidad prevenible, superada sólo por el consumo de tabaco.

¿QUÉ SE ENTIENDE POR OBESIDAD?

La obesidad es una alteración multifactorial compleja que se caracteriza por exceso de tejido adiposo, originado por un desequilibrio entre el aporte nutri-cional y el gasto energético.
Las definiciones basadas en el peso corporal son arbitrarias, ya que el peso no siempre refleja con exactitud la proporción relativa de tejido adiposo en el cuerpo, o de masa adiposa total.
El peso según la talla corporal constituye un mejor índice en comparación con el peso aislado, y sobre la base de ello se utiliza el cálculo del índice de masa corporal (IMC), el cual resulta del cociente peso (kg)/talla (m)2.

 Un IMC superior a 25 es indicativo de obesidad:

- Obesidad grado I: IMC > 25
- Obesidad grado II: IMC > 27
- Obesidad grado III: IMC > 30

A semejanza de todas las medidas que incluyen el peso, el IMC tiene el inconveniente de que no discrimina los distintos compartimentos corporales (esquelético, adiposo y proteico o muscular, ya que una persona puede pesar más por una mayor masa muscular), esto es un claro ejemplo que se pone en evidencia en atletas. A pesar de estas limitaciones, diversos estudios en poblaciones no seleccionadas han demostrado que las variaciones de la grasa corporal explican más del 90% de las variaciones del IMC, por lo que es un excelente indicador de obesidad.

DISTRIBUCIÓN DE LA GRASA CORPORAL

En los últimos años se ha hecho especial hincapié en la distribución de la grasa corporal, más que sobre la intensidad global de la obesidad. Por tal motivo, se ha clasificado a este trastorno de acuerdo con la distribución del tejido adiposo en:

- Tipo I: obesidad generalizada
- Tipo II: obesidad troncoabdomi-nal subcutánea o androide
- Tipo III: obesidad abdominal visceral
- Tipo IV: obesidad gluteofemoral, ginecoide o periférica

Los tipos II y III hacen referencia a aquellos pacientes obesos en quienes el exceso de grasa se ubica preferentemente en las regiones del tronco y del abdomen, por eso en conjunto se la llama obesidad central, para contraponerla al tipo IV o periférica.

PROBLEMAS ASOCIADOS A LA OBESIDAD

Las complicaciones para la salud derivadas de la obesidad fueron puestas de manifiesto por primera vez por las compañías de seguros de vida estadounidenses, las cuales -en estudios efectuados en poblaciones de clase media- observaron una correlación entre el grado de obesidad y la mortalidad. Estudios posteriores han demostrado que esta mortalidad elevada se debía a un incremento en la patología de diversos órganos y sistemas: enfermedades cardiovasculares, diabetes, alteraciones de la vesícula biliar, artritis, gota, alteraciones de la función pulmonar y determinados tipos de cáncer.
A su vez se sabe que el riesgo asociado con la obesidad se mantiene, aunque se controlen otras variables que también inciden sobre la mortalidad, como por ejemplo la tensión arterial y la colesterolemia.
Todos los estudios publicados indican que el riesgo es más elevado cuanto mayor sea la obesidad, expresada por el IMC. El valor de este índice por arriba del cual aparecen complicaciones, tanto en hombres como en mujeres, es 27.
Uno de los trastornos que se observa en las personas obesas consiste en alteraciones de los lípidos, principalmente un aumento del colesterol total y de los triglicéridos. En los obesos se observa un aumento del llamado colesterol "malo" (VLDL y LDL) y un descenso del colesterol "bueno" (HDL), que favorecen el desarrollo de aterosclerosis, un factor de riesgo relevante en la enfermedad coronaria.
LA OBESIDAD INFANTIL Y SU IMPACTO EN EL ADULTO
La obesidad no es solamente un problema que afecte a los adultos. En un gran porcentaje se trata de un trastorno que se inicia durante la infancia.
La obesidad infantil constituye una verdadera epidemia en los países industrializados y su prevalencia es cada vez mayor. Se calcula
Obesidad central y periférica.
que entre el 11 y el 19% de los adolescentes estadounidenses son obesos, cifra que alcanza al 34% en la población adulta. La obesidad no sólo es un problema de carácter orgánico, sino también un importante problema cultural. De hecho, los niños obesos suelen sufrir las consecuencias médicas de este trastorno por lo habitual durante la vida adulta, pero desde temprana edad deben
afrontar los problemas sociales y emocionales que la obesidad implica.
Mientras que niños y adolescentes llevan una vida cada vez más sedentaria y con frecuencia tienen fácil acceso a comidas rápidas, en la televisión y en las publicidades en general se fomenta la estética de cuerpos ultradelgados. La tendencia a llevar una vida cada vez más sedentaria es uno de los factores determinantes de la obesidad en los niños y adultos.


La relación entre obesidad y vida sedentaria ha sido demostrada en todas las edades y en ambos sexos. Los adultos que miran televisión más de tres horas diarias tienen el doble de riesgo de ser obesos que aquellos que lo hacen menos de 1 hora por día; Se han realizado estudios en donde se observó una relación directa entre horas transcurridas mirando televisión y la obesidad en los niños. Del mismo modo, el exceso de videojue-gos y la falta de participación en actividades deportivas han sido asociadas con un riesgo doble de sufrir obesidad en los niños y adolescentes. El mirar televisión durante varias horas disminuye el tiempo disponible para la actividad física y fomenta el consumo de "snacks" y otros alimentos ricos en grasas. Muchas de las consecuencias de la obesidad infantil no se evidencian hasta varios años después, aunque existe una serie de trastornos derivados de ésta que aparecen desde un primer momento.
Los niños obesos sufren en la mayor parte de los casos de hipertensión arterial, hiperco-lesterolemia e hiperinsulinismo, lo cual favorece el desarrollo progresivo de enfermedad coronaria y diabetes, trastornos ambos que suelen desarrollarse en el adulto obeso. Un estudio longitudinal de seguimiento a lo largo de 40 años reveló que los niños con sobrepeso y obesidad tenían un riesgo dos veces mayor de sufrir enfermedad cardiovascular e hipertensión, y tres veces mayor de diabetes, en comparación con niños cuyo peso era normal. Más allá de los trastornos orgánicos asociados a la obesidad, es importante destacar el impacto psicológico o emocional que tiene esta enfermedad en la infancia. Pocos trastornos de la infancia tienen un impacto tan significativo sobre el desarrollo emocional del niño como la obesidad. Los niños obesos suelen tener su autoestima muy deteriorada y poseen una
mayor tendencia a presentar conductas de riesgo durante la adolescencia, como consumo de alcohol, drogas y tabaco. Sin embargo, al mismo tiempo existe un miedo creciente a "ser gordo", sobre todo por parte de las niñas de peso normal o ligeramente elevado. Otro punto importante a destacar es la relación entre la obesidad infantil y su progresión en la vida adulta. En relación a esto, un estudio realizado a largo plazo, con seguimiento a 20 años, reveló que el 25% de los niños preescolares con sobrepeso (6 meses a 5 años) continuaban teniéndolo durante la vida adulta, mientras que el restante 75% presentaba un peso normal. Sin embargo, Whitaker y colaboradores observaron que más del 50% de quienes eran obesos entre los 6 años y los 9 años permanecían siendo obesos de adultos, proporción que se elevaba al 80% cuando la obesidad se observaba en niños de 10 a 14 años que tenían al menos uno de sus padres obeso. De hecho, la presencia de obesidad en los padres aumentaba el riesgo de obesidad durante la vida adulta en sus hijos, tanto en niños obesos como en no obesos, de cualquier edad. •